B"H
Vaetjanan
Resumen de la parashá
Continuando con su crítica al pueblo, Moshé le recordó cómo rogó a Hashem Su autorización para cruzar el río Jordán. Sin embargo, su pedido fue denegado...
En cambio, se le acordó que viera la Tierra Prometida desde la cúspide del monte Pisgá, en tanto Iehoshúa era designado para hacerse cargo del liderazgo en Eretz Israel.
Moshé instó al pueblo a observar escrupulosamente las leyes de Di-s. De este modo ellos serían reconocidos por otros pueblos como una gran nación y predominarían a pesar de ser poco numerosos.
Moshé repitió entonces, los Diez Mandamientos, la base del pacto de Di-s con Israel. El pueblo congregado ante el monte Sinaí se sintió aterrado por los prodigios que había visto y solicitó a Moshé que le hablara en lugar de Hashem.
Moshé formuló, entonces, el Shemá (el credo judío principal), que afirma la unidad y unicidad de Di-s, al que todos deben amar, y Cuyos mandamientos deben ser transmitidos a las generaciones siguientes. Sus leyes deben ser recordadas permanentemente por medio de un signo colocado en la mano y en la frente (los tefilín), e inscripciones colocadas en las jambas de las puertas (mezuzá) de cada casa.
Enfoque: Vaetjanan – “La Anulación de los Mandamientos”
La Anulación de los Mandamientos
Citando el versículo “Guardaréis los mandamientos, los decretos y los juicios que Yo os ordeno hoy hacer”1, el Talmud interpreta:“Hoy para hacerlos, y no para hacerlos mañana; hoy para hacerlos, y mañana para recibir su recompensa”2.
En otras palabras, las mitzvot, de la Tora fueron ordenadas para ser observadas en este mundo, pero no en el “Mundo por Venir”, el mundo que habrá de seguir a la era mesiánica. En las palabras del Sabio talmúdico Rav losef:“Las mitzvot serán anuladas en el Mundo por Venir”3.
Sin embargo, hay muchos pasajes talmúdicos y midráshicos que claramente dejan entrever que las leyes de la Tora continuarán siendo observadas en el mundo futuro del Mashíaj4.
El Talmud de Jerusalén declara explícitamente que “Las leyes (halajot) de la Tora nunca serán anuladas”5. De hecho, la eternidad e inmutabilidad de las leyes de la Tora es uno de los principios más básicos de la fe judía6.
Función y Esencia
La clave de la resolución de esta aparente contradicción radica en una diferencia en la elección de las palabras empleadas por las arriba citadas declaraciones.
Rav losef nos dice que “Las mitzvot serán anuladas en el Mundo por Venir”, mientras que el Talmud de Jerusalén declara que “Las leyes de la Tora (halajot sheba Tora) nunca serán anuladas”.
Hablando en términos generales, en la Tora hay dos aspectos. En un nivel, la Tora es “el plano maestro de Di-s para la creación”7, la visión Divina de cómo ha de ser vivida la vida sobre la tierra. En este nivel, decimos que la Tora viene “para refinar y traer mérito al hombre y a su mundo”8, para santificar la vida física y desarrollarla en un receptáculo para la verdad Divina.
En última instancia, sin embargo, la Tora no puede definirse como un programa la vida. La Tora es la voluntad Divina, y la voluntad de Di-s no puede definirse por algo de Su creación. No podemos decir: “Di-s quiere “x” porque es beneficioso para la vida humana”; sólo podemos decir: “Di-s quiere ‘x’. Por lo tanto, es beneficioso para la vida humana”.
No puede haber una razón para el deseo de Di-s, pues ello significaría que algo fuera de El Mismo es la causa de algo dentro de El. Así, nuestros Sabios han dicho que “la Tora precedió al mundo”9.
Esencialmente, la Tora es la voluntad pura de Di-s; cualquier razón o beneficio asociado a la ley Divina es únicamente una “vestimenta” que encubre su esencia supra-racional cuando ésta ingresa en el plano de nuestra percepción y experiencia.
En ello radica la distinción entre los términos “mitzvot y “leyes de la Tora”.
Mitzvá significa “mandamiento”, implicando la existencia de un otro que está siendo (y precisa ser) comandado. Así, el término “mitzvá” se relaciona con la función pragmática de la Tora: imponer un código de conducta a un mundo imperfecto, un mundo que está separado de, y a veces incluso en conflicto con, su Creador.
La palabra “mitzvá” también significa “conexión”10, implicando una función superior de la mitzvá: conectar al mortal comandado con el comandante Divino.
Pero una conexión es, por definición, el nexo entre dos entidades de otra manera separadas; de modo que la mitzvá como agente de conexión entre Di-s y el hombre también implica un propósito extrínseco a la esencia Divina de las leyes de la Tora.
“Las leyes de la Tora”, por otra parte, es una referencia a la voluntad Divina per se, que no se ve obnubilada por algún propósito u objetivo.
Un mandamiento no es tal a menos que sea emitido a un otro, una conexión no es tal a menos de que esté conectando a un otro’, en contraste, una “ley” es una verdad objetiva, independientemente de cómo es (e incluso si lo es del todo) aplicada.
Tres eras
Nuestros Sabios hablan de tres etapas distintas en el desarrollo de la Creación:
1) Nuestro mundo actual (olam haze)
2) La era del Mashíaj (iemot hamashíaj); y
3) El Mundo por Venir (olam haba).
Nuestro mundo presente es el escenario de una pugna diaria entre el bien y el mal.
Di-s creó el mundo para que refleje Su perfección y bondad infinita, pero El también lo envolvió en un velo de corporeidad, un velo que oculta su esencia Divina, permitiendo la existencia de la codicia, el odio y el sufrimiento. El hombre puede esforzarse por concretar el bien inherente en sí mismo y su mundo mediante la observancia de las mitzvot, pero también puede escoger intensificar la ilusión del mal al violar la voluntad Divina, Di-s libre. Así, el nuestro es un mundo en el que la voluntad Divina es sólo parcialmente implementada, tanto porque hay muchos que, ya sea por ignorancia o falta de interés, no observan las mitzvot, así como porque carecen de las condiciones que permiten el cumplimiento de muchas mitzvot (y el cumplimiento óptimo de todas las mitzvot)11.
La segunda fase de la creación, la era del Mashíaj, marca la concreción óptima y universal de la ley Divina para la vida. La era del Mashíaj es descripta como un mundo en el que “no hay hambre, guerra, celos, ni rivalidad alguna”12; como una época en la que nuestro estado actual de galut (exilio diaspórico) tocará a su fin, los dispersos de Israel serán reunidos en la Tierra Santa, el Beit HaMikdash —Gran Templo— será reconstruido, y su servicio restaurado; como una época en la que “el conocimiento, la sabiduría y la verdad, abundarán”13. Pero la más importante marca de calidad de esta época es que el hombre cumplirá plena e íntegramente las mitzvot de la Tora. De hecho, los otros aspectos de la era mesiánica son apenas las consecuencias de la implementación del plano maestro Divino para la vida.
Dicho de otra manera, la era del Mashíaj representa la máxima concreción del potencial humano. Pero el potencial humano es mortal y finito, y por lo tanto no puede decirse que refleje verdaderamente la “chispa de Divinidad” que es la esencia del hombre. La muerte, por ejemplo, es un componente natural del estado humano, y la antítesis de la realidad eterna c infinita de Di-s14. El ego del hombre —aquello que nos imbuye de una sensación de individualidad y separación— es un componente por demás básico de la naturaleza humana, y se encuentra en absoluta contradicción con el axioma de que “no hay nada más aparte de El”. De modo que hay mucho en la naturaleza misma del hombre que es una forma sutil de “mal”, o sea, parte del velo que oscurece la verdad Divina. Por lo que aun cuando la vida sobre la faz de la tierra está en total conformidad con la voluntad Divina, la naturaleza del hombre lo marca como algo distinto de su fuente Divina.
Siguiendo a la era del Mashíaj viene la tercera y definitiva fase de la existencia: el “Mundo por Venir”.
El Mundo por Venir es un mundo de vida eterna y perfección infinita. Es un mundo desprovisto de todo vestigio de mal, de cualquier cosa que ubica a la creación en un plano aparte de su Creador. Es un mundo en el que la todo-saturante verdad de Di-s está manifiesta, y cada criatura percibe su unicidad con lo Divino.
La “mitzvá” — la Tora como ordenanza Divina y como el nexo entre Di-s y el hombre — tiene relevancia sólo en las primeras dos etapas de la creación: en nuestra era actual, donde viene para imponer la voluntad Divina sobre un mundo que se resiste, y en la era del Mashíaj, donde genera un mundo armonioso, subordinado y conectado a Di-s.
En el Mundo por Venir, sin embargo, la mitzvá será anulada. Esto no quiere decir que dejaremos de ponernos tefilin o que comenzaremos a trabajar en Shabat, Di-s libre; un mundo que es uno con Di-s obviamente estará en absoluta concordancia con la voluntad de Di-s. Pero la noción misma de un “mandamiento” o una “conexión” será superflua. Nuestras mentes no “comandan” nuestros cuerpos para cumplir su obligación, ni están nuestros cuerpos “conectados” a nuestras mentes en virtud del hecho de que cumplen su obligación. El cuerpo y la mente constituyen una entidad única; la voluntad de la mente es la voluntad del cuerpo, lo que el cuerpo, natural y espontáneamente, concreta.
Las leyes de la Tora son la voluntad de Di-s, y son tan eternas e inmutables como su ideólogo. En el Mundo por Venir, ellas constituirán la ley natural de una realidad física que espontáneamente concreta la realidad Divina. Pero dejarán de ser mitzvot. Los mandamientos Divinos no serán revocados o enmendados; resultarán nulificados, como la luz de una vela se nulifica en la llamarada del sol de mediodía.
La disputa perpetua
La eternidad de las “leyes de la Tora”, y las diversas etapas por las que el mundo pasa de ser comandado por, hasta volverse uno con, la voluntad Divina, son ejemplificados por la siguiente declaración de Pirké Avot en el Talmud:
“Toda disputa que es en aras del Cielo, está destinada a perdurar… ¿Cuál es una disputa que es en aras del Cielo? Las disputas entre Hilel y Shamái”.
Hilel y Shamái, quienes vivieron en el Siglo I antes de la Era Común, fueron los fundadores de dos importantes escuelas de interpretación de la Tora conocidas como “la Casa de Hilel” y “la Casa de Shamái”.
Estas dos escuelas sostuvieron enfoque diferentes en muchos puntos de la ley, al grado de que las disputas de Hilel y Shamái son el prototipo de todas las “disputas en aras del Cielo”, los desacuerdos entre los sabios de la Tora abocados al estudio de la voluntad Divina y su implementación en la vida física. ¿Pero por qué decimos que tales disputas están “destinadas a perdurar”? ¿No debería ser nuestro objetivo resolver la disputa y confirmar qué es lo que Di-s quiere que hagamos? De hecho, la Tora provee la fórmula mediante la cual semejantes disputas han de ser dirimidas: “Seguirás a la mayoría”17. Una vez que un tema es sometido a votación, la opinión mayoritaria se convierte en ley de la Tora, la voluntad inequívoca de Di-s. Todos, incluyendo a aquellos que anteriormente estaban convencidos de que la Tora debía comprenderse de otra manera, están obligados a someterse al fallo final.
Y aún así, la opinión minoritaria no es rechazada. Como cuenta el Talmud, siguiendo a una discusión entre la Casa de Shamái y la Casa de Hilel, “una voz celestial proclamó: ‘Estas y éstas son palabras del Di-s viviente’”1H.
Puesto que estamos hablando de individuos que discuten en aras del Cielo —que están totalmente dedicados a la Tora, y que aplican sus mentes a su comprensión libres de todo prejuicio y móvil personal— sus argumentos son “palabra del Di-s viviente”.
La Tora, por su propio testimonio, “no está en el cielo”19. Di-s deseó que Su palabra fuera filtrada a través de la mente del erudito de Tora, y que el resultado constituyera la voluntad Divina.
En el mundo concreto del acto físico, sólo una única opinión puede llevarse a cabo. Cuando dos personas se presentan ante una corte de ley de la Tora para litigar un préstamo disputado, sólo puede haber un único fallo: el demandado adeuda el dinero, o no lo adeuda. Cuando un buey es faenado y su kashrut está en duda, sólo puede existir una única decisión: la carne es kasher y permitida para el consumo, o está prohibida. En consecuencia, la provisión de la Tora que las diferencias de opinión entre los Sabios de la Tora se diriman siguiendo a la mayoría. Pero los principios y razonamientos detrás de las dos (o más) opiniones son, todos, expresiones genuinas de la voluntad Divina.
Si la opinión minoritaria no puede implementarse en el plano físico, sus aplicaciones psicológicas y espirituales pueden, y deben, concretarse. Pues el mundo del espíritu tolera —de hecho recibe con beneplácito— opuestos conceptuales.
La persona puede verse simultáneamente atraída y repelida, ser humilde y orgullosa, afligirse y alegrarse. Cuando dos opiniones de Tora defienden verdades contrastantes, ambas han de ser abrazadas como palabras del Di-s viviente.
Una disputa que es en aras del Cielo no es algo a resolverse. No hay error o visión equivocada a ser repudiada o excluida. Por el contrario: ésta es una disputa que perdura, del modo en que rostros diversos de la verdad Divina se asimilan en el alma humana.
Estrictamente el Futuro
El cabalista del Siglo XVI, Rabí Itzjak Luria (el “Are”), lleva esto un paso más allá: no solamente son tanto las palabras de la Casa de Shamái como las de la de Hilel imperecederas en el nivel conceptual, sino que cada una tiene su tiempo y lugar también en el nivel pragmático.
En nuestro mundo actual, seguimos los dictámenes de la Casa de Hilel, la que constituyó la mayoría de los Sabios de la Tora20. Pero en la era del Mashíaj la opinión mayoritaria cambiará en favor de la Casa de Shamái, y sus fallos serán entonces implementados en nuestras vidas físicas.
Esto refleja el cambio en la naturaleza de la realidad que representa la era mesiánica.
Hablando en términos generales, la Casa de Hilel tendía a una interpretación más indulgente de la ley de la Tora, en tanto que la Casa de Shamái asumía la óptica más estricta. En nuestra realidad actual, donde los mandamientos Divinos deben imponerse a un mundo imperfecto, las decisiones de la Casa de Hilel representan el máximo de concordancia con la voluntad Divina, mientras que las de la Casa de Shamái representan un ideal que es extremadamente excelso para nuestro estado presente (yes por ello que las percibimos como “más estrictas” y más restrictivas), y sólo pueden concretarse en el nivel conceptual.
En la era del Mashíaj la situación se revertirá: un mundo perfeccionado abrazará la más exigente aplicación de la ley de la Tora expresada por la Casa de Shamái, en tanto que la escuela Hileliana de interpretación perdurará sólo conceptualmente21.
La Nueva Física
En última instancia, sin embargo, ni nuestro mundo actual ni la era del Mashíaj pueden concretar de manera absoluta la ley Divina. En estos dos mundos, las decisiones de la Casa de Shamái y las de la Casa de Hilel (así como las de todas las disputas de Tora) pueden coexistir únicamente en el nivel conceptual. Físicamente, las leyes de la existencia dictan que una debe ceder paso a la otra. De hecho, ni siquiera podemos concebir la posibilidad de un acto simultáneamente realizado y no realizado.
Pero las leyes de la existencia física son parte ineludible de la creación de Di-s y, obviamente, no limitan a su Ideólogo y Creador. Por consiguiente, un mundo que es uno con su Creador no está, tampoco, sujeto a estas leyes.
En el Mundo por Venir, las disputas entre la Casa de Hilel y la Casa de Shamái perdurarán en todos sus aspectos, incluyendo el de su aplicación pragmática. Todos los rostros de la palabra de Di-s se concretarán en todos los niveles, incluyendo el físico, donde las verdades contrastantes existirán mano a mano como lo hacen hoy en el plano psicológico y espiritual.
Así, tenemos tres etapas en la concreción de la ley de la Tora, correspondiéndose con las tres etapas de la Creación:
1) En nuestro mundo presente, donde las mitzvot comandan un mundo reacio a cejar en su percibida independencia y desconexión, la fórmula más indulgente, según se canaliza a través de la escuela Hileliana, es implementada, en tanto que el ideal más exigente, como se expresa en el enfoque Shamaiano, queda confinado al plano teórico y experiencial.
2)En la era del Mashíaj, donde las mitzvot son los armoniosos conectores de un mundo obediente a su fuente Divina, el ideal Shamaiano gobernará la vida física mientras que la dimensión Hileliana de la Tora será relegada al plano del espíritu.
3)En el Mundo por Venir, las mitzvot serán anuladas. Las leyes de la Tora ya no serán más la materia de una relación Divina con una realidad extrínseca. Más bien, serán total e inequívocamente concretadas en un mundo que ya no está separado de su fuente, un mundo sin trabas impuestas por “leyes” que definen un plano mortal y finito.
Basado en Sefer HaSijot 5752,págs. 27-36
Notas: 1. Deuteronomio 7:11. 2. Talmud, Eruvín 22a. 3. Ibíd., Nidá 61a. 4. Por ejemplo, Talmud, Sanhedrín 90b. S. Talmud de Jerusalén, Meguilá 1:5; Mishné Tora, Leyes de Meguilá, 2:18. 6. “Una mitzváexplícita y clara en la Tora perdura por siempre y para toda la eternidad, sin cambio, reducción o adición. Como está escrito (Deuteronomio 13:1): ‘Todo lo que os ordeno, guardaréis y observaréis; no le agreguéis ni le restéis’” (Mishné Tora, Leyes de los Fundamentos de la Tora, 9:1). 7. Midrash Raba, Bereshit 1:2. 8. Talmud, Macot 23b (según los dos significados de la palabra JezaAof); véase también Midrash Raba, Bereshit 44:1. 9. Talmud, Pesajím 54b. 10. Como en la palabra aramea tzavta (véase, por ejemplo, Talmud, Bavá Metziá 28a). 11. La mayoría de las mitzvot (343 de los 613 mandamientos de la Tora) pueden observarse únicamente cuando el Beit Hamikdash está en pie y/o cuando toda la comunidad de Israel mora en la Tierra Santa. Además, incluso las mitzvot que podemos observar hoy son apenas pálidos “modelos” de la cosa real, pues el cumplimiento óptimo de todos los mandamientos de Di-s puede concretarse únicamente en la era mesiánica (Sifrf, citado por Rashi sobre Deuteronomio 11:18. Véase también Najmánides sobre Deuteronomio 4:4). 12. Mishné Tora, Leyes de Reyes, 12:5. 13. Ibíd., Leyes del Arrepentimiento, 9:2. 14. De hecho, el mundo, como Di-s lo creó inicialmente, estaba libre de muerte y disolución, los que fueron causados por el primer pecado del hombre. 15. Deuteronomio 4:35. 16. PirJfé Avoí 5:17. 17. Éxodo 23:2. 18. Talmud, Eruvín 13b. 19. Deuteronomio 30:12. 20. En todos salvo unos pocos casos, en los que la mayoría de los Sabios siguió a la Casa de Shamái. 21. Véase Likutéi Tora, Koraj 54b-c.